La vejez como parte de nuestro ciclo vital inminente, representa cambios en distintas áreas de nuestra vida, nuestras habilidades, capacidades y aprendizajes se ven disminuidos en la rapidez con la que antes desarrollábamos alguna tarea. En el ámbito biológico también se enfrentan nuevos cambios, somos mas propensos a enfermedades y patologías propias de la edad. Sin embargo, los cambios en esta etapa de la adultez no solo se refieren a cambios biológicos, psicológicos o laborales, también se comprende como uno de los cambios significativo de las personas, el entorno social.
Este ultimo, quizás sea el de mayor importancia dentro de los cambios que una persona mayor enfrenta, debido a que su circulo, se hace cada vez mas estrecho e intimo, muchas veces las personas mayores llegan a esta parte de su vida sin sus familiares directos (hijos) a causa de que ellos ya han formado sus propias vidas, en algunos casos las personas mayores enfrentan este periodo sin su cónyuge que, por distintas causas ya no los acompaña.
En Chile, en 2012, el Servicio Nacional del Adulto Mayor elaboró la Política Integral de Envejecimiento Positivo, con el propósito de delinear las acciones concernientes a un buen envejecimiento y vejez en Chile. Dicha política busca enfrentar el desafío del envejecimiento y la vejez en toda su magnitud, partiendo por el Estado, en conjunto con la sociedad civil y las familias chilenas. La política declara en su marco teórico que la soledad es un factor de riesgo, especialmente cuando está asociada a estereotipos negativos.
La soledad en la vejez es un concepto complejo que encuentra distintas racionalidades en su comprensión, las que suponen diferentes consideraciones para su medición y abordaje. Por una parte, es posible encontrar una noción medicalizada del fenómeno, describiéndolo como un síndrome o un factor de riesgo detectable y prevenible desde la epidemiología. Dicha noción se relaciona con una homogenización de un riesgo individual atribuible a partir de la objetivación del fenómeno. De manera consecuente, la idea del abordaje se relaciona con la intervención para su reducción. Por otra parte, desde una aproximación etnoepidemiológica o de epidemiología cultural es posible analizar el fenómeno de la soledad a partir de una construcción de riesgo, considerando la heterogeneidad de experiencias y representaciones de envejecimiento y vejez en compañía, enfatizando en la idea de vulnerabilidad a partir de las interacciones que las personas tienen en un medio cultural, por sobre la identificación de un riesgo. De este modo, la medición y acciones hacia el fenómeno pueden considerar con mayor dinamismo la relación que las personas que envejecen establecen entre sus propias expectativas y su evaluación de red social o de compañía, con el contexto cultural colectivo sobre lo que se represente como una vejez en compañía y la presencia social que la vejez tenga en su medio cultural en términos de oportunidades y expectativas para la vinculación social.
A partir de lo anterior, puede observarse que en sociedades como la chilena, que disponen de un modelo de familia que se centra en la relación conyugal heterosexual como su núcleo base y un modelo centrado en la capitalización individual por sobre un Estado de Bienestar, la familia se constituye como la principal forma de acceso a compañía y protección social de las personas. Esta situación puede relacionarse luego con la expectativa social de un cierto envejecimiento y una vejez en compañía como una situación normalizada, y como base para el sostén de cuidados y bienestar, lo que constituiría el escenario cultural colectivo en el cual los sujetos evalúan y contrastan su propia experiencia de compañía o soledad.